Hoy en día, la salud no se considera simplemente como ausencia de enfermedad. Se entiende que una persona sana es aquella que goza de un bienestar general, tanto físico como psíquico o social. Y es precisamente en la infancia donde se van modelando las conductas que dañan o benefician la salud: entre otros aspectos, una adecuada nutrición, el cuidado de nuestros dientes y la higiene corporal.
Estos hábitos no se aprenden ni en los libros ni en internet; tampoco sirven de mucho los discursos, ponencias o documentales sobre "vida saludable", aunque obviamente toda información viene bien.
Hay dos claves esenciales que a los padres y madres o educadores nos conviene contemplar siempre: el ser coherentes (lo que se llama "dar ejemplo") y el acompañamiento, o sea, interesarse por su salud (tiempo que dedican a descansar, estado anímico, sentimientos, cómo resuelven sus conflictos, seguimiento de actividades diarias, etc.), razonar pros y contras y aportar propuestas de mejora.
Y es que la familia es el motor más importante para que nuestros niños y niñas sepan, pero también que quieran y que puedan comportarse de forma saludable. Muchos de los hábitos y costumbres que se adquieren en ella acompañan a las personas a lo largo de toda la vida. Como padres y madres tenemos la obligación de inculcar a nuestros hijos/as unos valores necesarios para que desarrollen estilos de vida saludables y favorecer así su desarrollo integral.
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